Ya tenemos la vacuna de Pfizer contra el COVID-19 para mayores de 12 años y pronto la de Moderna.
Para que estas inyecciones fueran aprobadas, debieron demostrar ser efectivas y seguras.
Durante varios meses, miles de voluntarios participaron en los estudios de investigación, certificando que las vacunas contra el COVID-19 son “seguras y eficaces”.
Los primeros ensayos incluyeron adultos.
Después de haber sido aprobado su uso y administradas a millones de personas en los EE.UU. y en el mundo entero, se hicieron estudios en jóvenes mayores de 12 años, demostrando que también son “seguras y eficaces” en este rango de edad.
En cuanto a los efectos secundarios reportados, son todos mínimos y temporales, incluyendo fiebre, dolores musculares y articulares, dolor y enrojecimiento en el sitio de inyección, malestar general y agotamiento, que parecen ser más frecuentes después de la segunda dosis.
De todas formas, los efectos secundarios son transitorios y no duran más de 48 horas. Igualmente, las agencias reguladoras, los científicos y todos los médicos seguimos monitoreando en caso de que se lleguen a presentar efectos secundarios mayores.
Para el mes de julio, habrá probablemente más de 150 millones de personas vacunadas en los EE.UU. y más de 1,000 millones en el mundo entero.
Ambas inyecciones requieren dos dosis. Pfizer especifica que sean 21 días después de la primera dosis y Moderna, 28 días después de la primera.
Algunas personas tienen miedo a vacunarse.
Debo reconocer que cuando me ofrecieron ser voluntario en los estudios iniciales de las vacunas en septiembre del 2020, a mí también me dio temor debido a la incertidumbre causada porque eran vacunas nuevas.
Hoy, más de seis meses después, las dudas han desaparecido y con ello todo miedo.
Reitero: Las vacunas han demostrado ser “seguras y eficaces” en millones de personas.
En diciembre del 2020 recibí la primera dosis de Moderna y en enero del 2021 la segunda.
Todos los miembros de mi familia ya han sido inmunizados con Pfizer, Moderna y Johnson & Johnson. Mi mamá de 90 años, en Colombia, recibió la inyección de Sinovac.
Solo faltaba mi hijo, y realmente no veía el día en que las vacunas para este grupo de edad fueran aprobadas, porque –sin ninguna duda– quería inmunizarlo contra el COVID-19.
Las vacunas no producen la enfermedad; por el contrario, la previenen.
El virus ha demostrado ser de alto contagio, de alto riesgo de hospitalización y de alta mortalidad, especialmente en los casos por variantes genéticas como las de Brasil, el Reino Unido, Sudáfrica y la más reciente en India.
Incluso, aquellos que se han recuperado de la enfermedad quedan con efectos a largo plazo.
Un tercio de los pacientes hospitalizados presentan cambios pulmonares un año después
Los estudios de las tres vacunas (Pfizer, Moderna y Johnson & Johnson) han demostrado una eficacia para proteger contra el COVID-19 y sus complicaciones, hospitalización, intubación y muerte entre un 95% y 100%.
Es decir, que quienes las reciban tienen prácticamente una probabilidad cercana a cero de enfermarse gravemente, ser hospitalizados o llegar a morir por COVID-19.
Es muy importante que todos nos vacunemos –incluyendo a nuestros hijos– independientemente de la inyección que nos toque.
En el campo de la medicina siempre estamos tomando decisiones, poniendo en una balanza los beneficios versus los riesgos de un tratamiento o intervención.
En el caso de las vacunas contra el COVID-19, no solo el beneficio de su administración sobrepasa los riesgos de efectos secundarios.
Se espera que en los meses venideros, la vacunación a nivel nacional y global continúe aumentando y, ojalá, especialmente en poblaciones de alto riesgo como las comunidades latinoamericanas.