El estado de Virginia, que celebra elecciones mañana martes, se ha convertido en un laboratorio del Partido Republicano para encontrar una fórmula que sirva para movilizar a la base de Donald Trump pero sin asustar a los votantes de clase media de los suburbios.
Tanto republicanos como demócratas miran a estas elecciones como lo que son, un primer medidor -aunque local- de cómo están las cosas en la antesala de las legislativas de 2022, en las que los demócratas de Joe Biden podrían perder la mayoría en las dos cámaras del Congreso y vivir dos años muy complicados hasta las presidenciales de 2024.
El equilibrio entre estar o no a la sombra de Trump es complicado, aunque el candidato republicano a la Gobernación de Virginia, Glenn Youngkin, parece haberlo encontrado tal y como muestran las encuestas, que le colocan solo un punto por debajo de su rival demócrata Terry McAuliffe, quien ya gobernó el estado entre 2014 y 2018.
En las últimas horas, Youngkin ha saltado de un acto electoral a otro estrechando la mano de todo el mundo: desde un barbudo simpatizante de Trump con una chaqueta con un dibujo de un rifle hasta una mujer blanca que asegura estar indignadísima por el cierre de las escuelas durante la pandemia.
Esa mujer se llama Julie Byers y acudió con uno de sus seis hijos a un mitin electoral en Manassas, una ciudad a solo 50 kilómetros de Washington y más conservadora que el resto del norte de Virginia.
"Voté por Trump y me gusta lo que consiguió, pero su personalidad era difícil de asimilar. Era un poco divisivo. Creo que Glenn Youngkin es lo mejor de ambos mundos. Tiene buenas ideas, pero también una buena personalidad", contó a Efe.
"Creo -añadió- que Glenn Youngkin va a unir a la gente, no a dividirla y eso es lo que me gusta de él. Es afectuoso, carismático y genuino".
Youngkin, de 54 años, ha creado una imagen de "hombre hecho a sí mismo" que pasó de limpiar platos en Virginia Beach a amasar una fortuna de 400 millones de dólares con la firma de inversiones Carlyle, posición que le convirtió en un importante donante del Partido Republicano.
Pese a los paralelismos con Trump, por ser ambos hombres de negocios sin experiencia política, Youngkin tiene un estilo muy diferente: habla con frases completas y esquiva las polémicas, aunque también hace guiños al ala ultraderechista del partido defendiendo la teoría falsa de que al exmandatario le robaron las elecciones.
LAS ESCUELAS UNEN A TRUMPISTAS Y MODERADOS
De vez en cuando, agita alguna teoría conspiratoria pero su mayor baza son las escuelas, un tema hasta ahora de poca importancia para los republicanos pero que podría ser la receta para unir a trumpistas y votantes moderados de los suburbios.
Youngkin ha sabido aprovecharse de la rabia que despertó el cierre de los colegios durante la pandemia y ha acusado a McAuliffe de querer excluir a los padres de la educación de sus hijos.
Asimismo, alega que los demócratas están intentando adoctrinar a los menores con la llamada teoría crítica de la raza, que considera que el pasado esclavista de Estados Unidos es el origen de un racismo sistémico que aún permea sus leyes e instituciones.
Aunque esa teoría no forma parte del currículum de las escuelas de Virginia, Jeff Fuller considera que es una gran amenaza y lo equipara con el "comunismo".
"Mi mayor motivación es evitar que Virginia caiga por el precipicio del socialismo", dijo convencidísimo a Efe Fuller, con una gorra adornada con una bandera estadounidense y que andaba cojeando porque todavía lleva en su cuerpo “plomo” de la guerra de Vietnam (1955-1975).
Uno de los carteles que más se repite en el mitin en Manassas es el de "Padres por Youngkin", pero también se mezcla con otros como "Policías por Youngkin", "Granjeros por Youngkin" y "Latinos por Youngkin".
UN REFERÉNDUM PARA BIDEN
Todos esos carteles a favor del candidato republicano también aparecen clavados en el césped de las casas unifamiliares de los suburbios de Arlington, contigua a Washington y bastión demócrata en Virginia.
En esa parte del estado, sin embargo, abultan más los mensajes en apoyo a McAuliffe, un demócrata centrista de 64 años cercano a Bill Clinton (1993-2001) y que, desde hace décadas, forma parte del aparato del partido.
Por él, votó Wendy Shamblain, de 55 años, y que teme si los republicanos ganan haya un retroceso en los derechos para los mujeres y las personas transgénero. "Me da miedo que si perdemos, nos cueste volver a ganar todo eso", explicó a Efe.
Como Shamblain, un millón de personas votaron por adelantado en Virginia, una cifra mucho más alta que los cerca de 200.000 de 2017.
En un estado que era republicano hasta que llegó Barack Obama (2008-2017), una de las claves será la participación y las dos campañas están haciendo todo lo posible para llevar a la gente a las urnas.
Si para los republicanos los comicios son un test sobre su capacidad para hacer equilibrios con Trump, para los demócratas suponen un referéndum sobre los nueve meses de gestión de Biden.
Biden ganó a Trump en Virginia por 10 puntos en los comicios presidenciales, pero la historia favorece al Partido Republicano: desde 1977, los virginianos han votado siempre en contra del partido que está en la Casa Blanca.
La excepción es precisamente McAuliffe, quien ganó en 2013 cuando Obama era presidente.
Beatriz Pascual Macías
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