Valencia, 2 mar (EFE).- El Palau de les Arts de València ha presentado este martes una producción de "Falstaff", la última ópera del compositor Giuseppe Verdi, que ha destacado por la fuerza coral de todos los protagonistas y por una ambientación decadente de crisis económica, aires feministas y toques de sadomasoquismo.
Por encima de ese equilibrio entre papeles protagonistas y comprimarios, ha emergido la figura del barítono Ambrogio Maestri, que ha encarnado un Falstaff de libro, creíble y con una buena vis cómica, al convertirse en un engreído mafioso de poca monta, pero que es ante todo un hombre fatuo y presuntuoso, pues se considera un amante irresistible a pesar de su edad y de su obesidad.
Junto a él, dos sopranos de referencia, la española Ainhoa Arteta (Alice Ford) y la lituana Violeta Urmana (la señora Quickly), dos grandes voces líricas al servicio de dos personajes femeninos que utilizan todo su ingenio para desenmascarar tanto el espíritu vanidoso y pendenciero de Falstaff como los celos injustificados del señor Ford, encarnado por el barítono Davide Luciano.
Todos los comprimarios han redondeado una notable actuación, con especial mención a la soprano catalana Sara Blanch como Nannetta, la joven que se opone a un casamiento de conveniencia, y al británico Joel Williams, un tenor polifacético, alumno del Centro de Perfeccionamiento, que igual trabaja como ratero para Falstaff que se alía con las mujeres para que Nanneta pueda por fin casarse con Fenton, el joven del que está enamorada, interpretado por el tenor argentino Juan Francisco Gatell. Junto a ellos, el bajo italiano Antonio di Matteo (Pistola) fue el complemento perfecto en las andanzas de Bardolfo.
La dirección musical corrió a cargo de Daniele Rustioni, que, en su debut en les Arts, ofreció una versión dinámica y llena de matices de esta comedia lírica de marcado acento feminista (son las mujeres las que dejan al descubierto las bajas pasiones de los hombres), con una Orquesta de la Comunitat Valenciana solvente y con gran ímpetu.
Basada en Las alegres comadres de Windsor y Enrique IV de Shakespeare, con libreto de Arrigo Boito, la escenografía de Margherita Palli nos traslada en esta producción a una ciudad de contrastes en la que son visibles las huellas de la crisis económica.
Por una parte, la taberna en la que Falstaff tiene su centro de operaciones, en un barrio empobrecido y destartalado, con personajes del mundo del hampa y jóvenes okupas contestatarios que preparan una pancarta con el "No a la guerra". Por otro lado, el lujoso chalet de los Ford junto a la playa, con piscina y área de spa, en el que las mujeres traman poner en evidencia a los hombres.
A estos dos paisaje urbanos, hay que sumar el jardín real reconvertido aquí en una torre industrial abandonada, en la que, entre escaleras mecánicas desmanteladas y lonas de derribos, se sucederán los rituales de los espíritus y las hadas del bosque con una ambientación sadomasoquista, con vestidos de cuero negro, gorras de plato, fustas y una cornamenta de ciervo que constataba la situación de unos hombres aparentemente engañados.
En la mascarada final todo se convierte en burla, con lo que se cierra un círculo de crítica ácida, como el maletín lleno de dinero que el señor Ford ofrece a Falstaff para que le asesore para conquistar a una mujer.
Tras la suspensión del estreno el pasado mes de enero al detectarse casos de covid en el equipo de producción, el Palau de les Arts ha podido presentar finalmente esta producción de Falstaff de la Ópera de Berlín con todas las medidas de seguridad sanitaria, con un público entusiasta que llenó la sala principal, con un aforo limitado para guardar las distancias exigidas.