Túnez, 9 may (EFE).- Túnez inició hoy un estricto confinamiento general para tratar de contener el descontrolado número de contagios por la covid-19, que ha saturado los hospitales y le ha llevado a convertirse en el segundo país del mundo en tasa de mortalidad.
Desde este domingo y hasta el domingo 16, todos los habitantes tienen prohibido salir de sus domicilios excepto para adquirir alimentos, visitar al médico, comprar medicinas y otras tareas esenciales.
Igualmente están prohibidas las reuniones familiares y de amigos, y los desplazamientos entre ciudades, pueblos y provincias y la oración en las mezquitas
Solo los trabajadores esenciales podrán hacerlo con el correspondiente permiso de las autoridades, mientras que las tiendas de alimentación y las grandes superficies serán las únicas que permanecerán abiertas, junto a los bancos y a las farmacias.
El toque de queda se mantiene igualmente entre las 19.00 y las 5 hora local.
MALESTAR EN LA POBLACIÓN
Las medidas han causado un enorme malestar en la población, ya que coinciden con la celebración los próximos jueves y viernes de la fiesta del Aid, una de las más importantes del calendario islámico, y marca el fin del mes del ayuno sagrado o Ramadán.
Es tradición que en esos días las familias se reúnan para comer juntas e intercambiar regalos, y una época de gran consumo y numerosos desplazamientos.
El viernes, tras anunciar el primer ministro, Hichem Mechichi, el confinamiento, se colapsaron las principales vías de salida de la capital, en particular la autopista que conduce el sur.
Un día antes, el ministro tunecino de Sanidad, Fauzi Mehdi, ya había advertido que la situación epidemiológica "es muy grave", con más de 350.000 positivos confirmados, una media diaria de más de un millar de nuevos contagios y un total de 11.350 decesos.
Más del 95% de las camas está ocupadas en los hospitales, algunos de los cuales están saturados, con pacientes en los pasillos.
Una situación que no han paliado ni el toque de queda impuesto, en vigor desde las 22.00 a las 5.00 horas local, ni el cierre de cafeterías, ni las multas por no hacer uso de las mascarillas.
Ni la campaña de vacunación que arrancó el pasado mes de marzo y que desde entonces ha puesto alguna de las dosis a cerca de 350.000 personas.
El propio ministro responsabilizó de la situación a la población, a la que recrimina su laxitud a la hora de respetar las normas impuestas.