Santiago de Chile, 13 jun (EFE).- Los resultados de las elecciones regionales de Chile, celebradas este domingo, en las que el centroizquierda logró imponerse en la capital y en otras 9 de las 16 gobernaciones del país, dieron aliento a un pacto de partidos de largo recorrido que no obtenía buenos resultados desde hacía años.
La Unidad Constituyente, bloque formado por el Partido Socialista (PS), el Demócrata Cristiano (DC) y otros partidos de izquierda tradicional, y que bajo distintas denominaciones se ha repartido el poder con la derecha desde hace 30 años, fue la gran vencedora de estas elecciones.
Los comicios fueron relevantes por ser la primera vez que los chilenos eligieron en las urnas a los gobernadores de sus 16 regiones y para muchos, un paso histórico hacia la descentralización del país.
"Quiero convocar a las personas que no votaron por nosotros para que se sumen a nuestro proyecto, un proyecto de justicia urbana y territorial para la región entera", aclamó el demócrata cristiano Claudio Orrego, el nuevo gobernador de la capital que se impuso por solo un 52,7 % a Karina Oliva, del Frente Amplio (FA).
La UC llevaba años perdiendo adhesión, especialmente tras su derrota en las presidenciales de 2017, y vivió su último fracaso en las constituyentes de mayo, donde obtuvieron solo 25 de los 155 escaños, y en las municipales que se celebraron en esa misma ocasión, logrando sólo un puñado de alcaldías, una pésima cosecha que remeció a toda la oposición.
"Es un buen resultado de la centroizquierda, pero la Democracia Cristiana saca cuentas alegres y quizá exagera la lectura porque votó muy poca gente", afirmó a Efe la jefa de la carrera de Ciencia Política de la Universidad de Chile, Claudia Heiss, sobre la elección, en la que participó un mínimo histórico de 19,6 %.
En opinión de Heiss, Orrego logró aunar el voto de la izquierda centrista, pero también fue apoyado por la derecha oficialista, que a falta de una aspirante en la segunda vuelta, vio en él un "mal menor".
CON EL OJO EN LAS PRESIDENCIALES
La pugna por la capital fue la madre de todas las batallas de esta elección ya que el candidato electo gobernará para más de un tercio de los 19 millones de habitantes del país y según los expertos, podría convertirse en el "bastión" de algún candidato de cara a las presidenciales del 21 de noviembre.
"La tesis de que la fuerzas de centro izquierda son una opción presidencial adquiere un espacio que hasta antes de esta elección no se apreciaba y dibuja un escenario menos polarizado que el de ahora", explicó a Efe el director de la Escuela de Gobierno de la Universidad San Sebastián, Jaime Abedrapo.
LA DERECHA FUE LA GRAN PERDEDORA
La derecha oficialista que se presentaba por el bloque Chile Vamos fue la gran perdedora: solo logró imponerse en una región, la de la Araucanía, en el centro del país, conocida por ser una zona de conflicto entre las autoridades y los pueblos indígenas.
"Es evidente que en Chile se quiere un cambio profundo en su conducción y la votación representa el fracaso del actual Gobierno (derecha)", dijo Carmen Frei, presidenta de la Democracia Cristiana.
Los elegidos, que tomarán posesión el 14 de julio para un periodo de cuatro años, podrán convertirse en autoridades con alta visibilidad y, en muchos casos, en contrapoderes territoriales al centralizado Santiago, aunque sus atribuciones están muy acotadas y enmarcadas en función del presupuesto nacional, lo que reduce su margen de acción.
MUJERES E INDEPENDIENTES
De los 13 candidatos que salieron elegidos en esta segunda vuelta, dos son independientes que se presentaron por su cuenta y tres están considerados como tales aunque concurrieron en las listas de partidos políticos.
Estos resultados van en la línea de las elecciones del pasado mayo, en los que venció un voto contra las élites políticas y donde ganaron muchos independientes. Un ejemplo es el de Rodrigo Mundaca, un activista a favor del derecho al agua, que venció como gobernador de Valparaíso, el epicentro de la sequía en Chile.
Sin embargo, solo dos de las 16 gobernaciones estarán en manos de mujeres, un resultado que choca con el de las constituyentes, donde ellas fueron más votadas que sus pares hombres pero obtuvieron la mitad de los escaños por un mecanismo de paridad que les favoreció a ellos.
MISÉRRIMA PARTICIPACIÓN
Solo 2,5 de los 13 millones de personas convocadas votaron en estas elecciónes, que se celebraron en pleno pico de la pandemia de covid-19 y con toda la capital confinada. Se trata de la participación más baja desde el retorno a la democracia en 1990, muy por debajo del mínimo que se registró en las municipales de 2016, cuando solo votó el 34,9 % del padrón.
Desde que el voto dejó de ser obligatorio en 2012, ninguna elección ha superado el 50 % de participación, a excepción del plebiscito del pasado octubre, cuando sufragó el 50,9 %.
"Esto me motiva a que de una vez por todas avancemos al voto obligatorio, espero que en la elección de fin de año sea así", dijo en sus redes Mario Desbordes, quien aspira a ser candidato de la derecha en las presidenciales que se celebrarán a finales de este 2021.
Patricia Nieto Mariño