La frase “Make America Great Again” podría traducirse literalmente como “hagamos a América grandiosa de nuevo”. Utilizado originalmente por el expresidente Ronald Reagan durante su campaña de 1980, el lema resurgió tras ser adoptado por Donald Trump en 2016.
En la actualidad –bajo el acrónimo MAGA– lo que una vez fue un simple eslogan, se ha convertido en un poderoso, complejo y volátil movimiento político con el potencial de dictaminar el futuro de los Estados Unidos.
En esencia, MAGA se basa en la creencia de que Estados Unidos –en algún momento no especificado– fue un “gran” país, pero que ha perdido ese estatus debido a la interferencia extranjera, tanto en el entorno doméstico a través de la inmigración y el multiculturalismo, como también en su influencia internacional a causa de la globalización.
Este movimiento no es sinónimo del partido Republicano, sino que se trata de un fenómeno que ocurre dentro de este. No obstante, para los simpatizantes de MAGA, el tradicionalismo fundamental del GOP no es lo suficientemente radical como para alcanzar sus ideales. Por esta razón, tienden a rechazar al político conservador moderado como Mitch McConnell o Liz Cheney, para favorecer candidatos populistas y nacionalistas de extrema derecha como Marjorie Taylor Greene y Matt Gaetz.
Cabe señalar que los congresistas Greene y Gaetz, al igual que otros oficiales electos como el gobernador de Texas, Greg Abbott, son abiertamente proponentes de la infundamentada conspiración “Great Replacement Theory” (la teoría del gran reemplazo), la idea de un supuesto ente superior al gobierno que busca sustituir a la población blanca de EE. UU. por hispanos, negros, judíos y asiáticos.
Para estas personas, el estado actual de la nación solo puede revertirse mediante la implementación de políticas que posicionan a “Estados Unidos primero”. Con eso en mente, promueven lo que consideran ser los “valores americanos tradicionales”, refiriéndose directamente a la cultura blanca anglosajona y el cristianismo evangélico estadounidense.
Una característica peculiar del movimiento MAGA es la de rehusarse a aceptar los resultados de las pasadas elecciones, sosteniendo firmemente que hubo fraude, que Trump ganó los comicios de 2020 y que, por lo tanto, la presidencia de Joe Biden es ilegítima.
Además, en su retórica generalmente asumen una postura combativa y controversial de narrativas inflamatorias que desde una perspectiva moderna resultan crasamente transfóbicas, sexistas, xenófobas y que ocasionalmente incitan a la violencia.
Durante un discurso el pasado 16 de marzo en Dayton, Ohio, el aspirante a la presidencia, Donald Trump, rindió honor a los convictos de participar en la insurrección del 6 de enero de 2021, tocando una grabación de estos interpretando el himno nacional. Les llamó “verdaderos patriotas” y les categorizó como “rehenes” del régimen demócrata, a quienes liberará de ser electo.
También hizo comentarios que deshumanizan a la comunidad inmigrante: “No sé si se les puede llamar personas. En algunos casos, en mi opinión, no son personas”. Y añadió: Son malos, son animales […] y tenemos que detenerlos”.
Pero la parte del discurso que más ha llamado la atención de analistas políticos fue la advertencia que hiciera de no resultar favorecido en noviembre, diciendo que, de no ganar las elecciones, lo que habrá será un “baño de sangre”.
*Este artículo se ilustra con una fotografía de Joe Flood.