La Haya, 16 mar (EFE).- Países Bajos votó este martes en la segunda jornada anticipada de las elecciones legislativas de mañana para elegir parlamento y gobierno, en unos comicios polarizados, con una campaña sin sobresaltos, y con caras conocidas buscando, sin éxito, hacer sombra al liberal Mark Rutte, incluido su ministro de Finanzas, Wopke Hoekstra.
Rutte se ha perfilado como un gestor de crisis durante la pandemia, pero también como la mejor y única opción disponible para los votantes neerlandeses, algo que se ha ido reflejando en las encuestas publicadas desde marzo del año pasado, que le mantiene con diferencia como el partido más grande del Parlamento neerlandés, aunque nunca con mayoría suficiente para gobernar solo.
Obtendrá entre 37 y 41 de los 150 escaños que tiene la Cámara de los Diputados, un dato que se ha ido reduciendo en la última semana, pero que sigue suponiendo una victoria para los liberales, frente a los 33 diputados que tienen ahora, lo que muestra que las restricciones a la libertad de movimiento, el cierre de la hostelería desde octubre o el toque de queda vigente desde finales de enero no pasarán factura a su gobierno.
“Rutte estaba perdiendo en las encuestas antes de la pandemia. Los votantes conservadores estaban coqueteando con el nuevo partido de extrema derecha, Foro para la Democracia (FvD), pero cuando salió a la luz que albergaba a racistas y luego ha adoptado teorías de la conspiración sobre el covid-19 y las vacunas, la mayoría de los votantes de derechas han vuelto a casa con Rutte”, explicó a Efe el especialista en política neerlandesa, Nick Ottens.
FvD ya no es una amenaza para los liberales, al menos según las encuestas, que dan a esa ultraderecha de Thierry Baudet un máximo de 5 escaños, más de los que tiene ahora, pero lejos de sus aspiraciones tras las elecciones regionales de 2019, cuando logró convertirse en el más grande del Senado neerlandés, arrebatando la mayoría en esa cámara a la coalición de gobierno.
Hoekstra tampoco es “un competidor creíble en la derecha para Rutte”, añade a Efe el analista Diederik Brink, que considera que los demócratas cristianos (CDA) “han cometido un gran error estratégico al seleccionar a su actual líder”, Hoekstra, quien “nunca tuvo que luchar por ser primer ministro, y no se siente cómodo atacando a Rutte”.
Esta campaña, una de las más monótonas que ha vivido Países Bajos, no ha girado en torno a la pandemia o las promesas para la próxima legislatura, ni siquiera sobre el partido liberal VVD. El protagonista ha sido Rutte: su continuidad garantizada en las urnas, su figura resistente, su disposición a negociar con todo el espectro político -a excepción de la ultraderecha- y sus ideas para gestionar la etapa postelectoral.
Cada una de sus legislaturas tiene título propio, como si se tratara de monarcas en sus reinados: Rutte I (2010-2012), Rutte II (2012-2017), Rutte III (2017-2021) y tiene todas las de ganar un Rutte IV (2021-2025). Primero gobernó con los democristianos (CDA) y el apoyo táctico de la ultraderecha de Geert Wilders, después con los socialdemócratas (PvdA), y la actual coalición tiene a los liberales con CDA, progresistas D66 y Unión Cristiana (CU).
"Rutte ha sabido hacer tratos con la izquierda y la derecha. Eso decepciona a los ideólogos, pero tranquiliza a la amplia mitad del electorado que busca un gerente pragmático y fiable”, añade Ottens.
No es extraño en Países Bajos que un primer ministro permanezca en el cargo durante tanto tiempo. La Haya solo tuvo cinco primer ministros durante los últimos cuarenta años, aunque de ganar mañana, Rutte superará a todos, incluso al democristiano Ruud Lubbers, que fue jefe del gobierno neerlandés entre 1982 y 1994.
Rutte se suma también al club de los jefes de gobierno más longevos de la Unión Europea (UE), por detrás de la canciller alemana Angela Merkel (2005), y del primer ministro húngaro Viktor Orbán (2010), con quien Rutte mantiene notorias tensiones cada vez que ambos se encuentran en la sala de reuniones de Bruselas y que le llevó a dirigirse al liberal como “The Dutch guy” (el tío neerlandés).
Pero la etiqueta que se ha ganado entre sus colegas europeos es la de “Mister No”, por su negativa frecuente a ceder cuando haya fondos europeos de por medio. También retrasó la entrada en vigor del acuerdo de asociación comercial con Ucrania, exigiendo garantías de que no era la base para su futura membresía a la UE, y la aprobación del último presupuesto comunitario por desavenencias con Hungría y Polonia sobre el Estado de derecho.
De momento, todo indica que Bruselas tendrá que seguir lidiando los próximos cuatro años con un político frugal, consciente de la importancia de la UE para los ingresos de Países Bajos, pero que intenta vender en casa una posición que roza el euroescepticismo para mantener cerca a los votantes que no ven con buenos ojos la transferencia de fondos a Bruselas.
Imane Rachidi