Una tradición que existe en Colombia y en algunos países de Latinoamérica es la quema del año viejo.
En esto interviene casi toda la familia. Unos aportan ropa vieja mientras que otros hacen el relleno del muñeco con aserrín y papel periódico.
Se adapta la careta de un anciano, pues lo que se quiere representar es que ya ese año se está yendo y se ha vuelto viejo.
También acostumbran colocar caretas de algún personaje de la ciudad.
El muñeco en mi ciudad, en Cali, se acomoda a la entrada de las casas, de los negocios comerciales o en la esquina de las calles.
La idea es rellenarlo con petacas de pólvora y quemarlo el 31 de diciembre a la medianoche.
Para eso se acomoda a la entrada de algunos barrios, donde cada auto que pase por el lugar colabora con dinero que luego se invierte en la compra de la pólvora.
Esta costumbre hoy está un poco restringida ya que la venta de los materiales explosivos está prohibida en la ciudad.
De acuerdo con la tradición, con la quema se van todas las cosas malas que haya sucedido en ese año: los malos recuerdos o la mala racha, por ejemplo.
Hacia la medianoche, cuando el reloj da las doce, el muñeco que contiene luces y pólvoras se prende en fuego y todos a su alrededor celebran.
Así acompañan la despedida del viejo y con brindis, abrazos y la música propia del momento reciben al nuevo año.
Una familia colombiana trajo esta tradición a Columbus, Ohio para mostrar a sus pequeños parte de esta costumbre. Sin embargo, fue necesario readaptar el ambiente y, en especial, los materiales.
Isabel Cristina Bonilla relató a La Mega Nota que como aquí no se pueden llenar los muñecos con pólvora, entonces se ingeniaron para colocarle globos inflables.
Entonces, a la medianoche del 31 de diciembre, los pequeños los pinchan con alfileres para que suenen y así despedir el año cultivando una tradición que aman.