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“Nuestras banderas representan el orgullo más grande”

por David Rodriguez (davidrodz15@gmail.com)


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Por diferentes circunstancias de la vida muchas personas han tenido que migrar hacia Estados Unidos. Según datos registrados por las Naciones Unidas (ONU), América del Norte se mantiene como el principal destino mundial con más de 50 millones de migrantes internacionales en 2020.

De América Latina y el Caribe procede el mayor registro con el 43% de la población, aproximadamente 25.4 millones de personas que se han establecido en esta nación que hoy compartimos.  

Son diversas las razones que nos motivaron a reubicarnos aquí, alejándonos de nuestras raíces.  Quizás llegamos para progresar, trabajar y así asegurar un mejor futuro a nuestras familias, o tal vez lo hicimos para ayudar a los seres queridos que aún residen en nuestro lugar de procedencia. 

Ya sea persiguiendo un sueño, buscando servicios médicos o porque nuestros padres o antepasados se establecieron en Estados Unidos, aquí aprendimos a adaptarnos al idioma, al clima y muchas otras características diferentes, pero siempre aferrados a nuestras raíces y todo lo que nos pueda conectar con ellas. 

El amor por la música, la gastronomía, el lenguaje y las costumbres, además del orgullo por las banderas de cada país hispanoamericano, es lo que más nos distingue. 

Cada migrante se identifica de distintas maneras con los coloridos emblemas de su patria. Muchos llevan esa bandera en sus autos (por ejemplo, en el espejo retrovisor o estampas adhesivas), decoran sus hogares o las lucimos en camisetas, gorras o abrigos. 

De esta manera, compartimos nuestro orgullo por la tierra que nos vio nacer, además de que transmitimos a las siguientes generaciones esos valores e importancia de identificarse con su país de procedencia. 

Aunque dejamos atrás lo que más amamos, siempre expresamos el deseo de presumir lo nuestro. Por ejemplo, a través del arte podemos recordar o disfrutar cada día el amor que albergamos en nuestra mente y corazón hacia la tierra donde nacimos o crecimos. 

En la sala de mi casa tengo cuadros del Viejo San Juan y de algunas playas, además de artesanías de los Reyes Magos, entre otros detalles “muy nuestros”.

Recuerdo que siempre en el hogar de mi padre había decoración de gallos, pues a él le encantaban.  Cada elemento que adorna nuestro entorno nos traerá recuerdos agradables y el deseo de algún día volver a nuestro terruño. 

Sin lugar a duda, el símbolo patrio que más se presume es la bandera. En mi caso, la de Puerto Rico, la preciosa monoestrellada de franjas blancas, rojas y azules, por la cual siento un profundo respeto, estará siempre a mi lado reflejando el orgullo que siento por haber nacido en la Isla del Encanto. 

Con mucho cariño, este artículo en honor al Mes de la Herencia Hispana lo escribí en memoria de Sule.

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*Esta fotografía de archivo, conservada por más de una década, muestra a la joven actriz cubana Gabriela Castillo abrazando su bandera durante la celebración de un festival hispano en Cincinnati, Ohio. (La Mega Nota/Elvia Skeens)

 



 
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