Mi primer contacto con el Güegüense fue de pequeña, quizá a los ocho o nueve años, cuando en casa de mi amiga Georgina me encontré con una adaptación de la obra original.
“Historia del muy bandido, igualado, rebelde, astuto, pícaro y siempre bailador Güegüense” es un cuento en el que su autora María López Vigil, también nicaragüense, presenta en un lenguaje sencillo, fácil de entender para un niño, el relato del Güegüense, patrimonio intangible de la humanidad.
Años después –ya en secundaria– tuve la oportunidad de leer la obra completa, que ambientada en la época colonial incluye entre diálogos un total de seis sones bailables.
Es un drama satírico, una pieza del teatro popular callejero, una comedia bailete y algunos estudiosos la consideran la primera obra teatral de Nicaragua y posiblemente de América Latina.
Se cree que fue escrita durante el tiempo de la colonia y en su narrativa se cuestiona la autoridad española.
Cuenta la historia del güegüense –palabra derivada del término náhuatl “güegüe”, que significa persona anciana de gran influencia– sus dos hijos y las autoridades coloniales.
Durante la representación teatral, el güegüense es traído ante el gobernador Tastuanes por entrar sin permiso a su provincia; no obstante, se libera del castigo gracias a su astucia, jactancia y promesas hechas al gobernador.
Entonces, en lugar de pagar una multa por comerciar sin autorización, este personaje logra efectuar el casamiento de su hijo mayor con la hija del gobernador. En este momento resulta un juego inteligente de palabras y humor.
Una investigación de la Universidad Nacional de Managua, UNAM, concluyó que el Güegüense es una figura representativa de la sociedad nicaragüense que refleja su identidad cultural como país.
Según los estudios realizados a la obra, la trama del Güegüense se desarrolla entre finales del siglo XVI y principios del siglo XVII, y la catalogan como una pieza teatral pueblerina, callejera, que además aborda temas diferentes al religioso que en ese entonces era socialmente sensible.
De la obra en sí, perviven los bailes y sones que son representados por centenares de promesas, principalmente en las fiestas religiosas de la ciudad de Diriamba, y en otras regiones hacia el sur de la capital, Managua.
En las festividades que honran a San Sebastián, en Diriamba, se aprecian a los promesantes enmascarados con las figuras de los personajes de la obra. El güegüense, los machos (caballos), el gobernador y el alguacil bailan los sones con pitos y tambores.
¡Verlos es un espectáculo lleno de colores, tradición y cultura!
La permanencia a lo largo de la historia y su puesta en escena en las calles de los pueblos de mi país, hicieron que la Unesco en 2005, la declarase patrimonio intangible de la humanidad.
Es símbolo de rebeldía hacia la autoridad, aunque no lo hace frontal ni violentamente; sino más bien burla y evade a la autoridad que muchas veces es injusta.
Y esta característica burlesca, rebelde –tal vez rayando en la desobediencia– y su picardía son características de la mayoría de los nicaragüenses.