Managua, 1 feb (EFE).- En la finca San Antonio, propiedad de María Cristina Mena y Pedro Antonio Sevilla Molina, municipio de Morrito, departamento de Río San Juan de Nicaragua, los 135 animales bovinos usan aretes enumerados. Esa es su identificación.
Cuando esa familia de productores ganaderos venden un ternero o leche, la planta industrial o la planta de acopio y procesamiento de lácteos saben que procede de San Antonio, una fértil finca de 135 manzanas (95 hectáreas) de tierra, ubicada cerca del Gran Lago de Nicaragua, donde abunda el pasto y los acuíferos.
En Los Planes, la finca de la familia Campo Cerda, en Paiwas, un recóndito y montañoso municipio de la Región Autónoma del Caribe Sur (RACS) de Nicaragua, los 50 animales que producen 50 litros de leche a diario, también usan chapas en sus orejas, acompañada con letras y números.
PROTEGE MEDIO AMBIENTE
Ese sistema es conocido como trazabilidad bovina, un plan que en su inicio, en 2006, fue financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y 15 años después forma parte de la apuesta de la ganadería nicaragüense para mejorar su productividad, la calidad de la carne bovina y sus cortes, y conquistar el mercado estadounidense y el europeo, dijo a Efe el director ejecutivo de la Cámara Nicaragüense de Plantas Exportadoras de Carne Bovina (Canicarne), Juan Velázquez.
De más de 146.000 fincas ganaderas en Nicaragua, que generan 650.000 empleos entre formales e informales, 125.220 se encuentran registradas en el Sistema Nacional de Información de Trazabilidad Bovina (SNITB), equivalentes al 76 % del total a nivel nacional, y en donde se crían 6,28 millones de cabeza de ganado, cada una con su arete.
Velázquez, con una maestría en Agricultura y un doctorado en Zootecnia, explicó que en el SNITB se identifica el hato ganadero con un arete y con una numeración que corresponde a una finca o centro de producción.
"Por medio de ese sistema se puede asegurar que un animal no viene de áreas donde no es permitido comprar o producir animales, como son las áreas protegidas y las reservas de biosfera", o bien de comunidades indígenas, sostuvo.
GARANTIZA CALIDAD E INOCUIDAD
Eso permite que los ganaderos en Nicaragua, que en un 85 % a 90 % son pequeños y medianos, como son los casos de los matrimonios de Morrito y el de Paiwas, se enfoquen en mejorar la productividad y la calidad del ganado, indicó.
De esa forma, dijo el presidente de Canicarne, se ofrece calidad de cortes de carne, con inocuidad y se tiene la certeza, además, que se trata de un producto que tiene un origen legal y que no destruye ningún área protegida.
"Los consumidores europeos y norteamericanos lo primero que hacen es ir al producto y ver la etiqueta, donde es producido, si tiene trazabilidad, si es producido de manera natural que es como produce Nicaragua a campo de cielo abierto, en praderas, bajo sombra, y a base de pasto, principalmente", dijo a Efe el gerente general de la Comisión Nacional de Ganadería (Conagan), Ronald Blandón.
Blandón, que subrayó que en Nicaragua hay prácticamente una cabeza de ganado por habitante, explicó que la línea y la estrategia de la gremial es "seguir avanzando en el fortalecimiento de estas herramientas de control" para obtener carne de mejor calidad y poder colocarla en mercados exigentes y luego crear una marca-país para la carne nicaragüense.
EXPORTAR CORTES DE CARNE SELECTA
En Nicaragua hay ocho plantas industriales o mataderos, de las cuales siete están autorizadas a exportar, incluida una de capital mexicano y otra panameño, que anualmente son certificadas por EE.UU. en análisis de riesgo y punto crítico de control.
Nicaragua se ha caracterizado por exportar a Estados Unidos carne industrial, la que se consume en hamburguesas y tacos, sin embargo a lo que apuesta el sector ganadero es colocar también cortes de carne bovina selecta en ese gran mercado.
Para el dirigente de Conagan, a EE.UU. y a otros mercados se les puede conquistar si se esfuerzan en producir una carne diferenciada, de mejor calidad, con inocuidad y cumpliendo con las herramientas de control y verificación "de lo que realmente se hace en una finca, y esa herramienta es la trazabilidad bovina".
En Centroamérica, Nicaragua es el mayor productor de ganado y el que se ha decidido por la trazabilidad bovina para conquistar nuevos mercados.
"Los países que protegen a sus consumidores cada vez son más exigentes en este tipo de herramientas de verificación", aseguró Blandón, quien dijo que con la trazabilidad bovina se puede rastrear de donde provino un animal.
MASIFICAR SISTEMA SILVOPASTORIL
Otro de los retos para competir en mercados exigentes, según el gremio de los ganaderos, es desarrollar y engordar los novillos en 24 meses, porque a esa edad la carne es de mejor calidad, es suave y jugosa, tiene un mejor sabor y es muy apetecible.
Otros desafíos son incrementar la productividad e intensificar el sistema silvopastoril, que es la práctica de la integración de árboles, forraje y el pastoreo de animales domesticados de una manera mutuamente beneficiosa.
"Tenemos como reto diseminar y masificar el sistema silvopastotil en 10 años. Si seguimos a este ritmo, vamos a hacer un país ejemplar, no solamente en producir carne de buena calidad, sino en un sistema de carbono neutro", resaltó Blandón.
En ese sentido, destacó que en Nicaragua hay bastantes recursos hídricos, también mucha tierra de origen volcánico que son más ricos y orgánico y permiten que los árboles crezcan rápidos.
En Nicaragua, de cada dólar que se exporta, un 25 % corresponde a la ganadería (carne bovina, ganado en pie o productos lácteos), y el objetivo, además de mantener los mercados existentes, es colocar los cortes de carne en Estados Unidos, uno de los mayores consumidores en el mundo, y posteriormente en los mercados europeos y asiáticos.
COMPROMISO DE PEQUEÑOS GANADEROS
Por ello, desde hace 15 años, los productores ganaderos se han preparado a través de la trazabilidad bovina para poder colocar sus productos en mercados más exigentes.
Entre ellos están la pareja de productores de Morrito y Paiwas, que registraron su finca con la que identifican el 100 % del origen de su ganado, que los compromete a reforestar sus tierras y a cuidar las áreas protegidas y las comunidades indígenas.
Doña María Cristina Mena, la menor de 12 hermanos y que viene de una familia campesina que se inició con una vaca, está consciente de ello. Ella sabe que si no protegen la fuente de agua en su finca, se les va a secar y perderán su medio de vida con el que financian los estudios de medicina de su hija mayor.
O la de la familia Campos Cerda, en la finca Los Planes, donde se alza imponente el cerro La Muerte, llueve nueve meses al año, y dan trabajos a sus familiares y vecinos, respetan el medio ambiente y se levantan de madrugada para ordeñar y alimentar el ganado bovino que ahora lucen sus aretes que los identifica.