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Le llamaremos Ricardo: Un testimonio de identidad incomprendida

por Marco Trujillo (marco.trujillo@lamegamedia.com)


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Esta historia se repite en muchas partes del mundo. Le llamaremos Ricardo para cubrir su identidad. 

Nacido en un lugar de México, el quinto de seis hermanos fue vestido de azul. 

“Usé azul desde bebé hasta quizás los tres o cuatro años [pero] a mí me gustaba mucho el color rosa”, dice Ricardo.

“Yo quería vestidos y como no me los compraban me ponía los suéteres como falda y era feliz solamente dando vueltas. Quería tener el pelo largo y nunca pasó, así que me ponía toallas en la cabeza, en el kínder jugaba a ser una princesa pero un día mis padres me descubrieron y ahí empezó todo; me regañaban y me pegaban”. 

Mientras crecía su vida fue dura y su identidad incomprendida.

Cansado y atemorizado que al confesar su deseo de ser niña le maltrataran, decidió escapar de casa una noche.

Cuando regresó le golpearon con el cinturón, dejándole marcas en el rostro y brazos.

“Recordemos que en los años 80, en nuestros países las golpizas eran muy comunes [sin embargo] lo que no era ‘normal’, era saber por qué todos me agredían y se burlaban de mí. Yo solamente seguía mi naturaleza”, describe Ricardo. 

Burlas y rechazo

Como si fuera una pesadilla, recuerda la forma en que padres de otros niños le veían.

“A muchos de ellos no les gustaba que yo jugara con sus hijos y me decían cosas como: tu eres un niño, compórtate como tal. Los varones no deben jugar con muñecas”.

También le recalcaban que “los machos no son princesas”, a lo que él inocentemente respondía que “quizás era el primer niño que sería una princesa”. 

Como sus padres se negaban a comprarle muñecas, entonces “yo a mis muñecos les confeccionaba sus vestidos”. 

Y con todos los tragos amargos asegura que fue feliz “a su manera”.

Sin embargo, mientras crecía los obstáculos se tornaron más difíciles, tropezando con peligros y desilusiones.

“Esto sin mencionar que las muñecas, zapatillas y la Mujer Maravilla que le pedía cada año a los reyes magos nunca llegaron. En vez de eso me traían trenes, boliches y juguetes para niños”.

Inocencia robada

Un día, cuando Ricardo tenía solamente siete años, conoció a Jacinto, un joven diez años mayor.

“Él decía que me podía comprar maquillajes y hacer un vestido de hawaiana. Era mi mejor amigo, alguien que el cielo había mandado para entenderme y apoyarme”.

Nunca olvidará cómo le compraba muñecas pero “solo jugaba en su casa cuando él quería y después de hacer–El Secreto– [así decía]”.  

De esta manera, Jacinto abusó del pequeño Ricardo por muchos años.

“Yo no sabía que eso era malo. Cuando empecé a entenderlo y yo me negaba a verlo o no accedía a sus deseos me amenazaba diciendo que él ya estaba grande, que nadie le haría nada pero a mí me pegarían por querer ser niña y que además nadie me creería”. 

Cuando Ricardo tenía 12 años, se cambiaron de residencia y nunca más volvió a saber de él. 

Así acabó el abuso sexual del que fue víctima. 

Es por eso que la moraleja de mi historia es que debemos tener mucho cuidado con nuestros hijos, sobre todo creerles, darles todo el apoyo emocional posible y aprender a convertirse en sus mejores amigos. 



 
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