Oxford (R.Unido), 13 abr (EFE).- "¿Puede ver algo?", preguntó Lord Carnavorn, ansioso. "Sí, cosas maravillosas", respondió Howard Carter, el arqueólogo que, a través de una rendija, veía por primera vez en 3.000 años los tesoros de la tumba de Tutankamón y que impulsó hace justo un siglo la primera oleada de fiebre mundial por la egiptología.
Carter (1874-1939), tan diestro para la publicidad y las relaciones públicas como minucioso para registrar al detalle sus descubrimientos, dejó innumerables notas, descripciones y dibujos que él mismo trazó durante las excavaciones del sepulcro, algunas de las cuales pueden contemplarse desde este miércoles en la Weston Library de la Universidad de Oxford.
La muestra, abierta hasta febrero del próximo año, reconstruye el proceso en el que Carter, financiado por el aristócrata inglés George Herbert, quinto conde de Carnarvon, identificó y excavó la única sepultura regia del antiguo Egipto que llegó a nuestra época prácticamente intacta, con sus pesadas puertas de piedra y yeso todavía selladas.
FENÓMENO CULTURAL
La apertura de la tumba, en noviembre de 1922, desató un fenómeno cultural que continúa vivo y que ha creado numerosas leyendas a su alrededor, desde las historias sobre la maldición de la momia de Tutankamón hasta noticias falsas sobre saqueos del tesoro tras el descubrimiento.
Para el egiptólogo Richard B. Parkinson, uno de los responsables de la exposición en Oxford, Carter supo transmitir como nadie la "emoción" del descubrimiento y "le dio al público lo que quería", aun a costa de perpetuar ciertos estereotipos.
Su hallazgo "recibió una enorme publicidad y la gente quedó fascinada". El libro donde relató sus campañas de excavación puede considerarse "una obra maestra de la comunicación popular", señaló a Efe Parkinson.
UN HALLAZGO INESPERADO
Carter recibió el permiso oficial para excavar en el Valle de los Reyes en 1914. Sus predecesores habían removido su arena durante décadas y ya habían perdido el interés al considerar que los descubrimientos estaban agotados.
Sin embargo, el británico tenía el "presentimiento", según él mismo explica en su relato sobre aquellos días, de que al menos una tumba permanecía todavía escondida.
Algunos hechos respaldaban su corazonada, dejó escrito el arqueólogo. Conocía una zona del valle donde se habían ido acumulando escombros de otras excavaciones durante décadas y no había sido explorada. En las cercanías, además, habían aparecido objetos con el nombre de Tutankamón.
Parkinson atestigua que Carter era el único que aún confiaba en que algún resto importante seguía enterrado, aunque pone en duda que supiera exactamente qué secreto escondía todavía la arena.
"Estaba excavando muy a fondo el Valle de los Reyes con la esperanza de encontrar algo. Más tarde siempre dijo que sabía que (la tumba) estaba allí, que era justo aquello lo que estaba buscando, pero creo que eso es en cierto modo un mito", sostuvo el experto.
FAMA MUNDIAL
Carter y Carnarvon vendieron por 5.000 libras de la época los derechos exclusivos para informar sobre el hallazgo al diario "The Times", que cuatro días después de la primera apertura había enviado a un corresponsal para informar al mundo sobre el trascendente descubrimiento. Su relato procuró una fama inmediata tanto a los arqueólogos como al antiguo faraón.
Durante las semanas posteriores, Carter se quejaba en sus diarios de que las constantes visitas de autoridades y personalidades bloqueaban el arduo trabajo de clasificar y retirar los centenares de objetos del sepulcro.
Aun así, alimentar la ávida curiosidad de los diarios de todo el mundo nunca dejó de estar entre sus prioridades. Procuraba extraer uno a uno los tesoros de la tumba sin cubrirlos, para que fueran bien visibles y saciaran las expectativas de los curiosos y periodistas que se agolpaban diariamente frente a la excavación.
VALOR HISTÓRICO
La excavación, probablemente la más célebre de la historia de la arqueología, estuvo desde el principio a medio camino entre el descubrimiento científico y el espectáculo mediático.
Con todo ello, los expertos recalcan que Carter, él mismo sin formación académica, se supo rodear de algunos de los mejores especialistas del momento para conservar y ordenar las piezas, y alaban su detallado trabajo.
Resaltan además el papel que jugaron arqueólogos y trabajadores locales, que en los relatos sobre el hallazgo suelen quedar apartados.
"Esta tumba fue creada por egipcios y ellos también jugaron un papel vital para rescatarla y preservarla", subrayó Parkinson.
Fallecido en 1939, Carter no llegó a ver publicados los estudios finales sobre el sepulcro, pero sus notas y dibujos continúan siendo útiles un siglo después para comprender detalles sobre la antigüedad que solo conocemos gracias a la cápsula del tiempo que él y su equipo encontraron bajo el desierto.
Por Guillermo Ximenis