Zájarovo (Rusia), 7 feb (EFE).- Las bolsas con cigarrillos, los sobres de té y las cajas de galletas se amontonan en la nieve frente al centro de reclusión. Son para los manifestantes detenidos en las multitudinarias protestas en favor del líder opositor, Alexéi Navalni. Las manifestaciones han cesado, pero el descontento de esos jóvenes y sus familiares con el Kremlin va en aumento.
"Le tuvieron dos días sin comer. Desde que le detuvieron hasta que le trajeron aquí", comentó a Efe Natalia, cuyo marido, un programista informático de 27 años, fue arrestado por nueve días.
Como las cárceles moscovitas no daban abasto después de la detención de más de 10.000 personas en las protestas -más de la mitad en la capital-, las autoridades tuvieron que trasladar a muchos de los detenidos a un centro de reclusión provisional para inmigrantes situado en la localidad de Zájarovo, a unos 65 kilómetros de Moscú.
HACINADOS, INCOMUNICADOS Y MUERTOS DE FRÍO
Horas en furgones policiales o autobuses sin comida, agua o retrete. A su llegada, largas colas bajo temperaturas gélidas, camastros sin colchones y hacinados en celdas no acondicionadas para tantos inquilinos, en su mayoría jóvenes.
Las penas administrativas por manifestarse oscilan entre unos pocos días y un mes de arresto. Los defensores de los derechos humanos denunciaron porrazos, patadas y el empleo de electroshock.
"Los que están ahí dentro no protestaban, sólo paseaban. La mitad fueron detenidos sin motivo, pero no los abandonaremos", comenta entre risas uno de los que hace cola frente a la prisión.
Una llamada telefónica durante todo el arresto. Padres, esposas, hermanos y amigos esperan horas a la intemperie para poder entregar bolsas con comida y otros productos a los detenidos.
"Llevo seis días sin ver a mi marido. Es una pesadilla", agrega Natalia.
El centro de detención se encuentra en medio de una zona boscosa y las temperaturas no dejan de bajar. Los termómetros marcan 15 grados bajo cero y pronto descenderán a 25.
Por ello, familiares y amigos han habilitado en una pequeña caseta un puesto con té y comida caliente. La solidaridad es la norma. Algunos coches han colgado un cartel que dice: "Lugar para entrar en calor".
CIGARRILLOS Y TÉ, LOS BIENES MÁS PRECIADOS
"Hermano, en el trullo lo más importante son los cigarrillos. Después ya viene el té, las gallegas, el chocolate, y lo demás", señala Misha, que tiene a un par de amigos dentro.
Un papel colgado en la puerta aclara que el máximo permitido son cinco kilos, sin contar el agua. Un policía a la entrada revisa detenidamente el contenido de las bolsas de plástico y apunta uno por uno en un papel todos los artículos.
Fuera, los familiares se afanan en poner los cigarrillos en bolsas, ya que la policía prohíbe introducir paquetes por motivos de seguridad. Lo mismo ocurre con los sobres de té.
"Yo le he traído dulces, libros, un tablero de ajedrez y otros juegos recreativos para que no se aburran. Y también una carta", apuntó Oxana, cuyo marido e hija de 14 años fueron también detenidos, aunque la segunda fue liberada, no sin antes recibir una reprimenda.
Las bolsas con el número de la celda del destinatario se acumulan en la entrada con agua, embutidos, chocolatinas e incluso toallas, filtros para el agua y teléfonos con teclas.
DETENCIONES INDISCRIMINADAS
"Han encerrado a muchos padres, hermanos y maridos. Esto ha causado una gran indignación entre mucha gente que nunca tuvo nada que ver con la política. Ahora, seguro que se interesarán", advierte Oxana.
Según explican, la policía procedió a detener de manera indiscriminada a todo aquel que se encontraba en el centro de Moscú en el momento de las protestas.
De hecho, entre los que esperaba había un uzbeko que temía la deportación de su amigo y una chica kirguís esperando ver a su hermano.
"No fue tanto una protesta por Navalni como contra el sistema, que no funciona y tiene a todos hartos. Salió gente de izquierdas, de derecha y de centro. El pueblo ruso está despertando", señaló Serguéi, miembro del Partido Comunista.
Varios jóvenes del Komsomol (Juventudes comunistas) fueron detenidos y recibieron 15 días de arresto por repartir panfletos, lo que podría acarrearles la expulsión de la universidad, indica.
"Los que están en el poder son una banda de criminales. Nadie quiere a (el presidente ruso, Vladímir) Putin, como antes nadie quería a Stalin o a Hitler", declaró a Efe Vadim, cuyo hija de 20 años fue detenida en las protestas del 31 de enero.
Entre los presentes algunos creen que lo mejor ahora es reagruparse y reanudar las protestas en verano, que es lo que ha decidido el equipo de Navalni, que fue condenado esta semana a una pena de 3,5 años de cárcel, aunque otros tienen ganas de seguir la lucha.
"¡Chicos, Rusia será libre!", se despide un hombre para animar a los que aún tienen por delante una larga espera
Ignacio Ortega