Moscú, 3 feb (EFE).- Al cineasta ruso Andréi Konchalovski no le gusta explicar sus películas, pero con "Queridos camaradas" no ha tenido más remedio que dar muchas explicaciones, ya que aborda la matanza de Novocherkassk (1962), uno de los crímenes más graves cometidos por el Estado soviético contra su pueblo después de la muerte de Stalin.
"Tengo una relación un tanto escéptica con el concepto de democracia. No creo que sea el único camino para ser feliz. En la historia de la humanidad no hay una única vía para crear una sociedad armónica", aseguró a Efe desde su dacha (casa de campo) en las afueras de Moscú.
Acostumbrado a tocar temas mucho más filosóficos e intimistas, Konchalovski, cuya cinta fue premiada en Venecia y opta a los Óscar, mete los dedos en la llaga con una cinta política muy actual, ya que justo ahora la mecha de la inestabilidad incendia el espacio postsoviético.
MANIFIESTO ANTISOVIÉTICO
La historia, situada en los últimos años del deshielo vivido con Nikita Jruschov en el Kremlin (1953-64), cuenta la tragedia que vive una funcionaria del partido cuando su hija desaparece en medio de la represión violenta de una huelga pacífica contra el alza de los precios de los productos básicos.
"Fue un crimen. Stalin había muerto sólo nueve años antes. Nadie había olvidado las purgas. ¿Qué es el poder? El derecho a quitar la vida con impunidad, el derecho a matar", asegura el director, que deja bien claro que fue el KGB y no el Ejército quien estuvo detrás de la matanza.
En tiempos de cine patriótico en Rusia, centrado en su mayoría en hazañas militares y deportivas que no admiten crítica, Konchalovski ha dibujado, según dice, una tragedia griega con una protagonista, Yulia Visótskaya, que, como Antígona, se ve atrapada en un destino "insuperable", el dilema entre su fe comunista y su amor de madre.
"Me han acusado de hacer una película antisoviética, cuando yo mismo soy un hombre soviético. Todos los habitantes de la URSS eran al mismo tiempo soviéticos y antisoviéticos. Incluso había una expresión humorística de la paradoja soviética: 'Cada uno por su cuenta estaba en contra y todos juntos a favor del sistema'", comenta entre risas.
Aunque cree que las protestas ciudadanas, entonces en Novocherkassk y en la actualidad en otros lugares, pueden estar justificadas, no comparte los métodos, ya que considera que a la calle sólo salen mayoritariamente jóvenes, locos o fanáticos.
"No hay que exagerar el concepto de libertad a partir de los 30. Lo dijo (el historiador Thomas) Carlyle: la revolución la inventan románticos, la protagonizan fanáticos y la aprovechan indeseables", apunta.
MENTALIDAD DE CAMPESINO
A sus 83 años, Konchalovski cree que sus compatriotas ya no viven imbuidos por el miedo, pero cree que Rusia no ha vivido ninguna "catarsis" tras la caída de la URSS en 1991 y simplemente ha vuelto al pasado prerrevolucionario.
"Cada pueblo tiene su sistema de valores. Rusia aún duerme el sueño de la Edad Media. No se ha liberado de su mentalidad de campesino. Yo tengo mentalidad de campesino y Putin también la tiene. Sólo nos fiamos de nuestro círculo más íntimo", explica.
Sin entrar en disquisiciones ideológicas, cree que si la democracia es "una fórmula matemática", sólo es posible "en números limitados".
Asegura que "lo que hoy llaman democracia está a menudo vinculada con las finanzas y con fuerzas ocultas de la sociedad y, por regla general, esas fuerzas no piensan en el triunfo de la voluntad de la mayoría".
"El concepto de libertad está hipertrofiado. En el mundo occidental se defiende la absoluta libertad del individuo. Ha puesto los derechos por encima de las obligaciones. Eso no ha pasado en otras civilizaciones como la china, la hindú o la musulmana", explica el director, que vivió diez años en EEUU.
En el caso de Rusia, la burguesía nunca ha llegado a asentarse, ya que "para ser rico" necesitas "el permiso del zar", en este caso, de Putin.
"Destruimos el sistema socialista. ¿Apareció una clase media? No, aparecieron los oligarcas y un gran número de pobres. No porque el poder sea malo, sino porque el campesino no tiene sentido de solidaridad. En Rusia no hay ni burguesía ni ciudadanos en el sentido europeo del término. El capitalismo no es posible en Rusia, sólo como capitalismo estatal. Rusia es un sistema feudal con internet", afirma.
LOS ÓSCAR NO SE RECHAZAN
Con todo, augura un futuro "floreciente" para su país. Cree que en Rusia se instaurará un "nuevo socialismo" en el que el papel del Estado será mucho mayor que en Occidente.
Al igual, la película deja un halo de esperanza al final, ya que, contra todo pronóstico, la protagonista acaba encontrando a su hija sana y salva.
El gran literato ruso León "Tolstói dijo que cada obra de arte debe tener tres cualidades: honestidad, frescura y bondad. Y ésta última, en la película, es precisamente la esperanza", sentencia.
Por ello, al contrario que ocurriera en el pasado, cuando se negó a que sus películas compitieran por los Óscar, galardón que logró su hermano, Nikita Mijalkov, esta vez no piensa rechazarlo si le sonríe la suerte.
"El Óscar es un regalo. Los regalos no se rechazan", respondió.
Ignacio Ortega