Al este del estado de Ohio, justo entre Youngstown y Pittsburgh (Pensilvania), en una apartada zona rural se encuentra East Palestine, una pequeña municipalidad de menos de 5,000 habitantes que ha captado la atención mundial tras haberse convertido en el escenario de un preocupante derrame tóxico.
Un tren que transportaba una variedad de químicos peligrosos se accidentó al descarrilarse y como resultado, una gran cantidad del cargamento se escapó al aire, se filtró al agua y en los suelos.
Para evitar una explosión masiva, las autoridades detonaron –a propósito– uno de los compuestos, llamado cloruro de vinilo, el cual causó la impresionante nube negra de humo que muchas personas han visto en medios de comunicación y redes sociales.
El incidente es sin lugar a duda un desastre ambiental de grandes proporciones, no obstante, este no es comparable a la escala de lo ocurrido en Chernobyl como algunos reportes noticiosos habían planteado inicialmente.
Al cierre de esta edición, informes basados en pruebas realizadas por la Agencia de Protección Ambiental (Environmental Protection Agency) en East Palestine reflejan que el aire es seguro para respirar y el agua potable se puede tomar.
Sin embargo, al momento, se desconocen los riesgos específicos del derrame, incluyendo las amenazas a largo plazo. Esto se debe en parte a que algunos de los químicos involucrados son raros e inusuales.
No existen datos científicos que determinen niveles de seguridad relacionados a la exposición al cloruro de vinilo u otros de los compuestos desatados allí. Tampoco se sabe a ciencia cierta los efectos o reacción de la mezcla de estos químicos entre sí.
El tren era operado por la compañía ferroviaria Norfolk Southern Corp. y llevaba 38 vagones de carga, 11 de ellos contenían productos químicos peligrosos. Estos no son sustancias naturales como el petróleo, sino compuestos sintéticos.
Cinco de los vagones descarrilados llevaban cloruro de vinilo, un gas incoloro que se usa para fabricar tuberías de PVC. Otro, contenía acrilato de butilo, un líquido transparente utilizado para fabricar pegamento, pintura y productos similares.
Si bien se ha señalado que las autoridades no cuentan con equipo lo suficientemente sensitivo para medir con precisión los niveles de contaminación en el aire libre, la evidencia científica apunta a que estos productos químicos se degradan en el medio ambiente, algunos en cuestión de días.
De igual forma, las agencias de salud están bien equipadas para tomar muestras de sustancias químicas nocivas en acuíferos y ríos, las pruebas hasta ahora han resultado limpias. “Las reservas de agua municipales son seguras para el consumo”, dijo Anne Vogel, directora de la Agencia de Protección Ambiental de Ohio, en una conferencia de prensa reciente.
Por otro lado, una cantidad indeterminada de acrilato de butilo también se filtró al río Ohio y según la oficina del gobernador, Mike DeWine, las pruebas sugieren que está lo suficientemente diluido como para representar un peligro, pero el 23 de febrero, el Departamento de Recursos Naturales (ODNR, por sus siglas en inglés) confirmó que el número de peces muertos tras el derrame superaba los 43,000.
Uno de los aspectos que más preocupa a expertos ambientalistas es que no se esté examinando la gama completa de sustancias que podrían impactar a las personas expuestas y su hábitat. No son solo esos productos químicos que se filtraron del tren los potencialmente peligrosos, sino también aquellos compuestos producidos tras la combustión.
Los científicos no saben qué sucede cuando las personas se exponen a una combinación de elementos tóxicos como el cloruro de vinilo con el acrilato de butilo. El nivel exacto de exposición no está claro, al igual que los impactos de los productos químicos individuales en la salud humana.
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