Cuando se consulta sobre el significado de la palabra estrés, la primera definición del diccionario lo plantea como una “tensión provocada por situaciones agobiantes que originan reacciones psicosomáticas o trastornos psicológicos a veces graves”.
Al profundizar con fuentes especializadas como el Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos (NIMH, por sus siglas en inglés), encontramos que “es la forma como el cerebro y el cuerpo responden a cualquier demanda o tipo de desafío, como el rendimiento en el trabajo o la escuela, un cambio significativo en la vida o un evento traumático”.
Advierten que el estrés puede afectar su salud y que “es importante prestar atención a cómo lidiar con factores de estrés menores y mayores, para saber [exactamente] cuándo buscar ayuda”.
Y en este sentido, ¿cuántas veces ha escuchado la frase: “no puedo controlar el estrés”?
Es una respuesta común, sobre todo en estos tiempos de pandemia, cuando empiezan las alteraciones por la decisión de vacunarse o no, cómo gestionar una cita o hasta pensar en largas filas al momento de visitar un sitio de inmunización masiva.
El tema de las vacunas, independientemente de lo que piense cada individuo, puede motivar estrés. Las noticias en los medios de comunicación y comentarios en redes sociales también influyen.
El hecho de contar los días de espera entre dosis de la vacuna anticovid o los inconvenientes con inyecciones producidas en otros países causa inquietud y ansiedad.
Otras situaciones que provocan la indeseable alteración emocional se desprenden del rendimiento académico de los hijos en la escuela, problemas económicos derivados de reducción de salario o pérdida de empleo, horas que no alcanzan para todo lo que se debe hacer en un día, preocupación por la salud de la familia en el extranjero y temor al contagio del virus cuando se debe interactuar en espacios conglomerados.
Lo más importante es aprender a manejar los niveles de estrés para que esos momentos desesperantes y de tensión no tomen control del quehacer cotidiano.
Abril es el Mes de la Concientización sobre el Estrés y vale la pena referir, de manera general, algunas reflexiones:
Muchos expertos coinciden que “todos se sienten estresados de vez en cuando, especialmente a medida que envejecemos y las responsabilidades se acumulan en nuestras agendas”.
Dicen también que “una pequeña parte de estrés no es necesariamente algo malo, pero demasiado puede ser perjudicial para nuestra salud física y emocional”.
Para llevar una vida feliz y productiva, aconsejan “aprender a encontrar ese equilibrio saludable de la mejor manera posible”.
Esto es realmente lo que siempre expresaba mi abuelita cuando insistía en que “si algo preocupa, no hay que mortificarse ni desesperarse porque las cosas se resuelven con calma y pensando bien”.
En aquellos tiempos ella aconsejaba cómo manejar el estrés, sin ni siquiera saberlo.
Y es que, de acuerdo a expertos en asuntos emocionales, el estrés prolongado no es bueno pues “conlleva a problemas físicos reales, puede causar derrames cerebrales, úlceras, diabetes, dolor muscular y articular, abortos espontáneos y muchas otras complicaciones”.
Y según recomendaciones médicas, entre las armas más efectivas para hacerle frente al estrés, se enlista el ejercicio físico porque “logra que las endorfinas bombeen a través del cerebro, lo que desencadena un sentimiento de felicidad, reduciendo las hormonas del estrés como el cortisol y liberando sustancias químicas tranquilizantes”.
“La actividad física puede ayudar a prevenir los problemas de salud mental antes de que comiencen. Además, las investigaciones muestran que el ejercicio puede mejorar los síntomas de muchas enfermedades mentales existentes”, afirma la Dra. Katharina Star, especialista en tratamientos de ansiedad y ataques de pánico, en una publicación de verywellmind.com, revisada por el Dr. Steven Gans, psiquiatra y psicoterapeuta egresado de la Universidad de Harvard.
