A finales del verano, la municipalidad de Lorain –en las afueras de Cleveland– realizó su Parada Puertorriqueña, una festividad centrada en resaltar la contribución y celebrar la identidad cultural de la diáspora boricua. Homenajeada e invitada a servir como Gran Mariscal del evento, lo fue la Dra. Raquel Ortiz, hija y orgullo de esta comunidad.
Oriunda de Lorain, las raíces puertorriqueñas de Ortiz provienen de la icónica “Ciudad del Grito”, Lares, ubicada en las entrañas del archipiélago borincano.
Se ha destacado en varias doctrinas, es doctora en antropología, educadora, cuentista, poeta y, hasta ha lanzado un álbum musical de bomba y plena, para la niñez, en colaboración con el “maestro” William Cepeda.
A pesar de estar acostumbrada a participar en actividades de entornos concurridos, desfilar en público por las calles de su pueblo natal era una experiencia totalmente nueva para ella. Inevitablemente, según explicó en entrevista con La Mega Nota, “los nervios” se hicieron sentir.
“Fui invitada y seleccionada como ‘Grand Marshall’, también se estaba reconociendo a seis boxeadores invitados. Por lo tanto, yo entendía que íbamos a caminar juntos, pero no, no fue así”, explicó la Dra. Ortiz.
“Yo estaba al frente, encabezando la parada, y ellos se mantenían como a 15 carrozas detrás de mí; estaba solita y soy tímida, pero luego llegó una comparsa de cinco o seis vejigantes bailando plena. Eso me hizo sentir más cómoda. Mi hija y su perrito también me acompañaron en el recorrido”, añadió.
En la trayectoria, un encuentro inesperado, le conmocionó:
“Ir junto a vejigantes no podía ser mejor, sin embargo, ellos caminaban detrás de mí, les pedí que caminaran a mi lado, pero me dijeron que no –nadie puede decirle qué hacer a un vejigante– y bromeando indicaban que yo necesitaba ir sola para que todos pudieran verme. Desfilando entre risas, de repente veo a mis padres […] Casi lloré; pensé, ‘this is it, voy a llorar’, pero me recompuse”.
Tras arribar al punto culminante, contemplando el festejo popular, reflexionó y entendió como al puertorriqueño –igual que al latinoamericano en general– “nos hace falta el sentirnos importantes”.
Lorain es un pueblo ubicado a unas 28 millas al oeste de Cleveland, de aproximadamente 65 000 habitantes. Un dato interesante es que cerca del 30% de su población es hispana.
Aunque difícil de calcular en cifras precisas, una abrumadora mayoría de este porcentaje se identifica como puertorriqueño.
De acuerdo con la antropóloga, los boricuas comenzaron a llegar a Lorain a mediados del siglo pasado bajo la iniciativa industrialista “Manos a la Obra”, impuesta por el Congreso estadounidense en Puerto Rico.
Como parte de esta, existían medidas para controlar el crecimiento poblacional insular, una de ellas era la de reclutar trabajadores en zonas rurales remotas de la isla para trabajar en los EE. UU.
“Fueron a las montañas, donde no existían uniones sindicales, donde las personas no estaban organizadas. A los alcaldes se les pagaba $5 por cada hombre [de capacidad obrera] que luego montaban en un barco y traían a trabajar. Los hacían vivir en barracas, las condiciones laborales eran horribles. En adición, los residentes locales de la época no querían a los puertorriqueños”, narró.
Según sus datos, el primer grupo de boricuas llegó a Lorain entre 1949–1951. Se trataba de unas 500 personas que fueron traídas para trabajar en las minas de acero.
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*La Dra. Raquel Ortiz, antropóloga, cuentista, poeta y educadora de Lorain, fue homenajeada por su comunidad y nombrada Gran Mariscal del tradicional desfile boricua. (Cortesía/Raquel Ortiz)
