Damasco, 3 mar (EFE).- El milenario arte del damasco, los lujosos bordados originarios de la capital siria, está en peligro debido a la guerra que corroe al país árabe desde hace una década y que ha forzado a muchos de sus artesanos a emigrar y dificulta la obtención de su principal materia prima, la seda.
"En Damasco había 40 artesanos haciéndolo. Hoy lamentablemente quedamos dos y estamos pidiendo un esfuerzo para mantener vivo este oficio y enseñarlo a las próximas generaciones", cuenta Ahmed Shakaki desde su tienda-taller, donde, a sus sesenta años, entrelaza con maestría los hilos de oro y seda en su viejo telar.
Shakaki, que lleva cuatro décadas practicando esta profesión que heredó de su padre, le pasa los hilos a Mohamed Rankoussi, un treintañero que le asiste en este antiguo negocio situado en un mercado de artesanías y donde se exhiben estas telas, consideradas de las más caras del mundo.
La famosa técnica del brocado se remonta a hace unos 3.000 años, cuando nació por influencia de las telas de seda llegadas de China por la Ruta de la Seda, donde la ahora capital siria ocupaba un lugar privilegiado, explica la directora de la empresa Artesanías Sirias, Ruba Salim.
Rankoussi, que aprendió el oficio en unos largos estudios de ciencias textiles en Damasco, señala que "lo que distingue a esta tela del brocado chino e indio es la importancia de lo que refleja en su grabado y dibujo".
CARACTERÍSTICOS DISEÑOS
El damasco contiene diseños geométricos inspirados en la decoración de la Mezquita de los Omeyas de esta ciudad y motivos característicos como rosas, avellanas y mariposas, o "el más famosos, el de los pájaros amantes", relata mientras muestra algunos de los rollos de tela que se apilan en la destartalada tienda.
Estas ricas telas se usan para hacer cortinas, tapizados, vestidos de novia o de noche y los colores más usuales son el azul, el blanco y el rojo.
En la actualidad, explica el joven artesano, el damasco se teje en telares Jacquard, una máquina inventada hace dos siglos en Lyon por el francés Josepgh Marie Jacquard, como la que está en el taller de Shakaki.
Salim asegura que durante el último siglo llegó a haber un millar de telares en Damasco dedicados a este tipo de tejido que lleva el nombre de la urbe, pero actualmente sólo queda el de Shakaki y apenas hay tres maestros del brocado y una decena de jóvenes artesanos.
La directora de Artesanías Sirias achaca este declive a la laboriosidad de la técnica que requiere de todo un día de trabajo para producir un metro de tela, lo que eleva el precio del producto.
Esta industria ya había sufrido otras crisis en el pasado debido a la falta de mano de obra experta o por la escasez de las materias primas en momentos puntuales.
ESCASEZ DE SEDA Y DE MANOS EXPERTAS
En el presente, ambos factores se suman: los artesanos que quedan en Damasco achacan la crisis actual a la migración de compañeros debido al conflicto desde 2011 y a la escasa producción de su principal materia prima, la seda.
El material provenía principalmente de Draykish, una ciudad en el oeste de Siria donde se criaban los gusanos que la producen y, desde allí se llevaba al otrora boyante núcleo comercial de Alepo (norte), donde se blanqueaba o teñía y se empaquetaba para enviarla a la capital.
Ahora, indica Shakaki, "no hay hilo de seda salvo el importado y su costo es muy alto, lo que se refleja en el precio final del producto", en un país en el que además la inflación está disparada debido al desplome de la moneda local en los años de guerra.
Para aumentar la producción, el Estado ha abierto algunos centros de formación, pero -lamenta Shakaki- quienes salen de ellos son principiantes y no pueden ser calificados como verdaderos artesanos del milenario arte damasceno.
Rania Zanoun